El ser dignos de confianza es un elemento de grandeza humana. Por lo tanto, cuando una persona llega a ser digna de la confianza de Dios en todos los sentidos, usualmente llega a ser digna de la confianza de sus semejantes. Podemos usar un ejemplo que ilustra el grado de confianza que los miembros de la Iglesia tenían en el profeta José Smith. Lo siguiente fue escrito por Sara M. Pomeroy:
Mi padre se mudó de Nueva York a Nauvoó en la primavera de 1843. Por entonces yo tenía nueve años. Al día siguiente de nuestra llegada, me encontraba afuera, en el patio, cuando llegó un hombre a caballo y preguntó por mi padre, Tomás Colborn. Por supuesto que yo no sabía quién era ese caballero, pero había en su aspecto algo tan noble y digno que me impresionó profundamente.
Mi padre salió y le estrechó la mano cordialmente, llamándolo "Hermano José". Entonces supe que era el Profeta.
Estos eran días muy agitados. El Profeta había sido acusado falsamente de intentar asesinar al Gobernador Boggs, de Misuri. Porter Rockwell, un gran amigo del Profeta, había sido secuestrado y llevado a Misuri como cómplice, y su juicio estaba a punto de iniciarse. El Profeta le pidió a mi padre que le prestara cien dólares para pagar al abogado de Porter Rockwell, y mi padre se los prestó con gusto.
"Se los devolveré dentro de tres días, si estoy vivo", dijo el Profeta, y se fue.
Mi tía, la hermana de mi padre, se puso colérica. Le dijo: "¿Qué no sabes, Tomás, que nunca volverás a ver un centavo de ese dinero? Aquí está tu familia sin un hogar, y tú andas tirando el dinero".
"No te preocupes, Ketie", le contestó mi padre. "Si el Profeta no me puede pagar, no tiene que pagármelo".
Esa conversación ocurrió delante de nosotros, los niños, y yo me puse a pensar seriamente. ¿Pagará o no pagará? No obstante, yo tenía gran fe en que sí lo haría.
Llegó el día en que el dinero tenía que pagarse; era un día frío y lluvioso; y llegó la noche: las nueve, las diez, y todos nos fuimos a dormir. Poco después se oyó un toquido a la puerta. Mi padre se levantó y fue a abrir, y ahí, bajo la lluvia, estaba el profeta José.
"Aquí tiene su dinero, hermano Tomás". Se encendió una vela, y el Profeta contó los cien dólares, y dijo: "Hermano Tomás, todo el día he andado tratando de reunir esta cantidad, porque de ello dependía mi honor. Que Dios lo bendiga" (Hyrum L. Andrus y Helen Mae Andrus, The) knew the Prophet, Boockcraft, 1974, pp. 171,172).
Por lo tanto, la confianza tiene dos facetas que debemos y podemos desarrollar. Una es llegar a ser dignos de confianza; tener las cualidades que harán que otros nos vean como una persona a quien pueden y necesitan recurrir. La segunda es la capacidad de confiar, es decir, portarse como lo hizo David cuando se enfrentó a Goliat.
Mi padre se mudó de Nueva York a Nauvoó en la primavera de 1843. Por entonces yo tenía nueve años. Al día siguiente de nuestra llegada, me encontraba afuera, en el patio, cuando llegó un hombre a caballo y preguntó por mi padre, Tomás Colborn. Por supuesto que yo no sabía quién era ese caballero, pero había en su aspecto algo tan noble y digno que me impresionó profundamente.
Mi padre salió y le estrechó la mano cordialmente, llamándolo "Hermano José". Entonces supe que era el Profeta.
Estos eran días muy agitados. El Profeta había sido acusado falsamente de intentar asesinar al Gobernador Boggs, de Misuri. Porter Rockwell, un gran amigo del Profeta, había sido secuestrado y llevado a Misuri como cómplice, y su juicio estaba a punto de iniciarse. El Profeta le pidió a mi padre que le prestara cien dólares para pagar al abogado de Porter Rockwell, y mi padre se los prestó con gusto.
"Se los devolveré dentro de tres días, si estoy vivo", dijo el Profeta, y se fue.
Mi tía, la hermana de mi padre, se puso colérica. Le dijo: "¿Qué no sabes, Tomás, que nunca volverás a ver un centavo de ese dinero? Aquí está tu familia sin un hogar, y tú andas tirando el dinero".
"No te preocupes, Ketie", le contestó mi padre. "Si el Profeta no me puede pagar, no tiene que pagármelo".
Esa conversación ocurrió delante de nosotros, los niños, y yo me puse a pensar seriamente. ¿Pagará o no pagará? No obstante, yo tenía gran fe en que sí lo haría.
Llegó el día en que el dinero tenía que pagarse; era un día frío y lluvioso; y llegó la noche: las nueve, las diez, y todos nos fuimos a dormir. Poco después se oyó un toquido a la puerta. Mi padre se levantó y fue a abrir, y ahí, bajo la lluvia, estaba el profeta José.
"Aquí tiene su dinero, hermano Tomás". Se encendió una vela, y el Profeta contó los cien dólares, y dijo: "Hermano Tomás, todo el día he andado tratando de reunir esta cantidad, porque de ello dependía mi honor. Que Dios lo bendiga" (Hyrum L. Andrus y Helen Mae Andrus, The) knew the Prophet, Boockcraft, 1974, pp. 171,172).
Por lo tanto, la confianza tiene dos facetas que debemos y podemos desarrollar. Una es llegar a ser dignos de confianza; tener las cualidades que harán que otros nos vean como una persona a quien pueden y necesitan recurrir. La segunda es la capacidad de confiar, es decir, portarse como lo hizo David cuando se enfrentó a Goliat.
No hay comentarios:
Publicar un comentario