jueves, 14 de mayo de 2009

ESTAMOS HACIENDO UNA GRAN OBRA Y NO PODEMOS IR



Hagan una pausa y examinen por un momento dónde están sus pensamientos y su corazón. ¿Está centrada su atención en las cosas que son más importantes? El uso que hacen de sus momentos de tranquilidad puede darnos
una idea valiosa. ¿A dónde se dirigen sus pensamientos cuando pasa la presión de las fechas de vencimiento?
¿Están sus pensamientos y su corazón centrados en lo efímero que sólo tiene importancia en ese momento, o
acaso está centrado en lo que es más importante?
¿A quién le guardan rencor? ¿A qué excusas se aferran que les impiden ser la clase de esposo, padre, hijo o poseedor del sacerdocio que saben que deberían ser? ¿Qué les distrae de sus deberes o les impide magnificar sus llamamientos más diligentemente?
A veces las cosas que nos distraen no son malas por naturaleza; con frecuencia hasta nos hacen sentir bien.
Es posible participar incluso de lo bueno en exceso. Un ejemplo se puede notar como sucede con el padre o abuelo que dedica horas y horas a la búsqueda de antepasados o a crear un blog mientras que desatiende o evita pasar tiempo de calidad o significativo con sus propios hijos o nietos.
Otro ejemplo sería el del jardinero que pasa los días arrancando las malas hierbas mientras que pasa por alto la maleza espiritual que amenaza con ahogar su alma.
Incluso algunos programas de la Iglesia pueden convertirse en una distracción si los llevamos hasta los extremos
y permitimos que controlen nuestro tiempo y nuestra atención a costa de lo que es más importante.
Necesitamos un equilibrio en la vida. Cuando de verdad amamos a nuestro Padre Celestial y a Sus hijos, demostramos ese amor mediante nuestras obras. Nos perdonamos los unos a los otros y tratamos de hacer
el bien, pues “…nuestro viejo [yo] fue crucificado juntamente con [Cristo]”1. “Visitamos a los huérfanos y a las viudas
en sus aflicciones”, y nos conservamos “sin mancha de los vicios del mundo”. Mis queridos hermanos del sacerdocio, vivimos en los últimos días. El evangelio de Jesucristo se ha restaurado en la tierra; las llaves del sacerdocio de Dios se han dado de nuevo a los hombres. Vivimos en una época de anticipación y preparación en la
que Dios nos ha encomendado que nos preparemos a nosotros mismos, a nuestras familias y al mundo para el
alba que se acerca, el día cuando el Hijo de Dios “…con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta
de Dios, [descienda] del cielo” y dé comienzo a Su reinado milenario. Se nos ha confiado el santo sacerdocio
y se nos ha encomendado la responsabilidad, el poder y el derecho de obrar como agentes de nuestro Rey Celestial.
Éstas son las cosas que más importan. Éstas son las cosas de valor eterno que merecen nuestra atención.

No podemos ni debemos darnos el lujo de distraernos de nuestro deber sagrado. No podemos ni debemos
perder la perspectiva de las cosas que más importan.

PRESIDENTE DIETER F. UCHTDORF
Segundo Consejero de la Primera Presidencia
LIAHONA MAYO 2009